En una nueva sección que podríamos etiquetar como "el cliente nunca tiene la razón" me confieso que hace como siete sábados, mínimo, que le vengo haciendo una chatanda a una señora. Resulta que la buena mujer pide sandwiches de miga de los más variados gustos. Yo, la mayoría de las veces, preparo el pedido con los sandw. que tengo en el mostrador sin preocuparme por la lista que anote. En definitiva, le mando lo que quiero. Figurate que pediste uno de queso y morrones y cuando te das cuenta estas comiendo uno de jamon y tomate. El vicio y la vagancia por no hacer lo que el cliente desea es que nunca me llamo para quejarse. Es un misterio que, a veces, me deja reflexionando.
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