Hay muchos estudios que demuestran que la memoria olfativa es tan poderosa porque la esencia del aroma pasa directamente al sistema límbico donde se encuentran las emociones más primarias, saltándose el córtex, que es la zona racional del cerebro. Es decir, que olemos y algo se activa dentro de nosotros, sentimos, pero con el alma, con el subconsciente; de verdad.
Esta tarde, tras derramar el café que sobró de la sobremesa en la pila recordé con tal viveza y fuerza São Paolo que si hubiera cerrado los ojos podría haber sentido el calor, la humedad y los coches atronando samba en la calle. –Viví un año en Brasil, la tierra del pecado, según dicen-
Me vuelvo loco cuando alguien me regala un libro. Lo abro, hundo mi nariz entre las hojas y vuelvo a los veranos en los que era un chiquillo y no tenía amigos en la urbanización apartada donde dejaba pasar agosto, lánguidamente, con mi familia. Allí tenía una biblioteca enorme para mi solaz y entretenimiento, también para la tranquilidad de mis abuelos. No hay nada como un niño leyendo para poder sentarse a tomar una cerveza, en la terraza, y que nadie te moleste. –Niño, deja ya de joder con la pelota, que decía Serrat-
La mermelada de fresa es incuestionable cuando desayuno porque me hace evocar la sensación de bienestar que tuve en los campamentos en Huesca, con mis amigos de Zaragoza. Allí los tarros venían con cinco litros y las bocas de dientes aleatoriamente carentes los engullían. Una delicia entonces, una emoción preciosa ahora. Hablando de monte, campo y placidez: después de una tormenta en la montaña. La tierra húmeda, las ramas de los árboles goteando, el aire acariciándote suave y tú y yo mirándonos, sin necesidad de vernos.
Tú y yo, aquí hay mil que no narraré por pudor y por decoro. Sábanas limpias colgadas al sol y el perfume del suavizante que nos saca una sonrisa, testigo silencioso de luchas nocturnas, en las que no gana nadie, porque nadie lo necesita, porque solo se compite para mejorar al otro.
Pero todo español sabe cuál es la fragancia que exuda la grasa de la bellota tras ser ingerida por un cochino que ha sido obligado a hacer ejercicio. Ese aroma, esa esencia, es el bálsamo del extranjero, es nuestra tierra reducida a efluvio, es una cantidad ingente de años, historia y tradiciones resumidas en un cuchillo largo –jamonero- y una mano que aferra fuerte la pata del cerdo. Estuve seis meses sin comerlo durante mi estancia en Brasil. Un GRAN amigo me trajo un poco, lo probé, le miré y sentencié: Si Brasil es la tierra de todos los pecados… entonces el jamón serrano es mejor que pecar.
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