No hay nada que tú no hayas hecho. ¿Y qué?. En eso consiste el ser egoísta. En pensar solo en ti mismo. En no querer ver tu cuerpo dividido como lo estuvo el mío hace unos días. En querer todos los juegos sobre mí ingenio y no permitir que se desarrolle el resto.
A veces no hacemos las cosas sencillas. Cuando lo prudente es coger un hostal de los de siete euros la noche nos encontramos durmiendo a duras penas en el suelo de un aeropuerto. Sin saco, sin almohada y sin decencia. Enseñando la ropa interior por todo Belgrado. A veces se nos olvida quién somos, de dónde venimos y porqué hacemos lo que hacemos; y prometemos amores que son solo nuestros y convertimos ilusiones en miedos y tinieblas. Sudamos licores de todas las partes del mundo pegando la espalda al cristal de un autobús que se compró como pago de una guerra.
El equilibrio es la base de todo sistema y el nuestro pende tan solo de vello púbico. De babas que se quedan en mi hombro que es tu almohada, de besos que nos damos cuando queremos, como queremos y si queremos. Nadie nos dicta las reglas del juego. Y así nos va; así de extraño. Que las modificamos cada vez que nos sentamos delante de un vaso de vino para lamer las heridas que infligimos al otro. ¿Por qué nos hacemos esto? Porque también nos hacemos lo otro y hay más te quieros en este combinado que alcohol, tristeza, miedo y odio. Hay más futuro que pasado y hay más vida que… bueno, hay vida, que es lo que importa, sobre todo cuando ya has vuelto dos veces del infierno. No sé en qué momento te cansarás de ver las respuestas creativas que propongo a tus problemas. No sé cuando volverás a ser una persona normal, de las que tienen novio los viernes por la noche y sueñan con emociones los lunes por la mañana. Tampoco sé si yo podré esquivar las flechas que me lanzas cuando me despisto. Tratando de cazar algo más que un corazón herido. Porqué no hay respuesta a tanta pregunta y tú tienes en mi un codex encriptado. Lo que sí sé, y perdona que te lo repita, es que el presente es tan tuyo como mío y que ayer te corrías con un beso y mañana, si quieres, te lo haré con la mano. Que llenaré de tristeza la maleta que me llevo al decirte adiós, pero el abrazo del próximo encuentro será tan fuerte que vaciará de un solo trago las botellas de arándanos fermentados que te traía. Pacharán esloveno para que hagas striptease. Fotos que haremos para recopilar un álbum. Sé también que pateo libros cuando pienso en que te pierdo y que derramo la bebida en el suelo porque no quiero perder un instante del orgasmo que te llega.
Esto no es una solución ni una promesa, para mi solo es un camino que puede llevarnos a dónde los dos queremos acabar: cenando en una mesa llena de familia. Manteles a cuadros blancos y rojos, vino fermentado en nuestro pecho, ensalada de la huerta de nuestro deseo, tierra regada por la acequia del pueblo. Pero yo aún tengo que limpiar muchos listados, solicitar el estudiar muchas letras y aprender a vivir en lo cotidiano. Los héroes sufren en época de bonanza. Yo no soy un héroe. Aún no tengo todas las respuestas.
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