Wednesday, November 7, 2012

Composición VIII

Decirte que me voy a dormir, que hoy, sí que sí, lo dejo todo y me dirijo a la cama intentando que el peso del día no hunda mi maltrecho cuerpo. Sonreír bajo esta manta que me cubre viendo recortarse una cerveza de quinientos en la mesilla de noche. Me encantan esas mañanas en las que te levantas con una copa a tu lado y suficiente café para esconder un kilo de cocaína, coleccionando pastillas de colores y botellas en la cocina. Queriendo lavarte los dientes como quien restriega manchas de sangre tras un asesinato. Buscando algo que no sea una imposición, un deber, un trabajo o una deuda.

Sé que mañana todo será de colores, vendrán a despertarme con el desayuno preparado –no, no hablo de alimentos- y podré ir tachando tareas de la lista de requerimientos. Quizá no encuentre la paz en medios acuosos, pero podré pedir auxilio en otras latitudes y tu nombre en tres o cuatro idiomas. Te parecerá estúpido, pero ¿Quién iba a contratarme sin saber cómo explicarme?

No hay solución para mis dolencias, no hay tiempo para quejarme tanto, no hay quien se atreva a proponer planes y no hay lugar en el que venir a rezar tantos desastres. No me quedan velas en el cuarto, nieve en el pasillo ni ejercicios de cintura para el futuro. No me queda nada más que, como siempre, levantarme con pereza, sonreír a un nuevo día y esperar que las horas sean caracoles atrasados. Para no verte tanto, para no verte siempre. Para ser igual que todos y desearte males ya que tu camino y el mío fueran paralelas “composición número VIII”. Ya que no hiciste lo que yo quería que quisieras, ni yo quise lo que tú querías hacer. Vivir tiene su punto, aunque no se encuentre en el infinito. En el infinito estaremos nosotros, cuando todo esto acabe.

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